domingo, 22 de abril de 2012

Memorias de la Friendzone.

Cuánto os he querido a todos, chicos. Siempre. Soy muy dada al cuelgue y, aunque no me hicierais caso, yo os quería.
Hubo uno en particular, al que quise demasiado, y lo manejé demasiado mal.

No me importa que el Rubio lea esto porque sabe todo lo que hay que saber sobre R y sobre mí: R fue mi primer amor y nunca lo supo.

No fue, claro está, un amor igual que el que pueda existir entre el Rubio y yo, porque fue sólo por mi parte, un amor unilateral y extraño, intensamente leal e intensamente ingenuo. Duró unos tres años. Desde que le conocí en segundo de bachiller, hasta que conocí a Rubio cuando iba a empezar tercero de carrera, quise a  R como sólo alguien de diecisiete años y muchos pájaros en la cabeza puede. Entendedme, yo he dejado de parecer un orco de Moria hace poco tiempo; y no es que fuera intrínsecamente fea, es que me había dejado. Me sobraban unos 17 ó 18 kilos de los que ya me he librado. No me arreglaba, me conformaba con la ropa que me valía y casi siempre, por evitarme el mal rato que me llevaba al ver que no cabía en lo que para las demás era una talla gigantesca, iba con ropa ancha. Mi señora madre decía que era porque no me quería nada a mí misma, y quizá tuviera razón, pero yo creo que el verdadero problema estribaba en que yo asumía que no iba a quererme nadie, y entonces, para qué me iba a molestar. Mejor iba cómoda y me dejaba de leches.

Ah, la adolescencia. Qué periodo tan bonito, entrañable, y emocionalmente estable. No volvía a esos años ni aunque me ofrecieran a Brad Pitt de esclavo sexual de por vida.

Entonces conocí a R. Era de letras, lo que yo siempre quise ser y nunca fui. Estudié en un determinado instituto porque las dos amigas del colegio con las que más me llevaba iban a ir allí:  una iba conmigo a ciencias y acabó haciendo minas para estupor de todos (la Minera es una chica 10; saca un 10 en todo lo que se propone) y Nosedicesordomudos [1], que ahora es novia de Mr. Brugal. Nosedicesordomudos me presentó a R, pero no le guardo rencor por ello porque también me arrastró al campo de trabajo en Palencia donde conocí al Rubio. Pero eso son un montón de otras historias.

El caso es que todos los recreos nos los pasábamos charlando Minera, Nosedicesordomudos, R y yo. Y confluyeron una serie de factores para que yo me colgara de R y en pocas semanas le profesara un amor épico, apasionado y secreto. Para empezar, es guapete. Muchas chicas no le consideran guapo, pero es alto, moreno, lleva perilla y es grandote. Bueno, vale, siempre le han sobrado algunos kilillos, pero es que a mí los hombres me gustan grandotes, que cuando te abracen, te abracen en condiciones. Tenía el plus de ser intensamente gracioso. Me partía y me parto con él, tanto con cosas tontas como diálogos de Los Simpson, como con su punto de humor irreverente, ocurrente y cínico. Después, era educado, amable, y propenso a abrazarte mucho y a decirte lo guapa que estabas. No a mí en particular sino a todas y por inercia, claro, pero tenéis que daros cuenta de que mi autoestima no es el sólido e inquebrantable pilar que es ahora. Era el primer tío que no pasaba de mí o que no me despreciaba abiertamente; yo era una más, una amiga, sí, pero una más, como Nosedicesordomudos o como Minera, y eso fue importante para mí. Tal vez mi reacción fue ultra exagerada, ahora sé que sí y que me pasé años obsesionada con R, años que me retrasaron en el terreno de las relaciones. Porque yo no me fijaba apenas en nadie, al menos al principio, que no fuera él. Luego si me liaba con alguien era para tratar de olvidarme de R, pero no funcionó demasiado bien. No sé transmitir la intensidad con que lo quería, o creía quererlo, y lo frustrante que resultaba que él no me viera a mí de esa manera. Fue el equivalente emocional de una angina de pecho, palabra.

Y nunca intenté nada con él. Al principio me bastaba con estar con él en los recreos, porque me encantaba pasar tiempo con él. Me volvía loca tan sólo charlar con él, sus gestos, el timbre de su voz, ese ocasional abrazo que era el paraíso. Y si nunca intenté nada, fue porque él tenía novia y parecía feliz. Después, cuando nos integramos en su grupo de amigos, donde conocimos a Machete, a Brugal, a Z...conocimos también a su novia, y no quiero hablar mucho de ella pero era una borde de cuidado. Detestaba a sus amigos porque "le robaban" temporalmente a R, y a las amigas de R nos llamaba las zolfas (zorra+golfa). Vale, sobre mí tenía razón, pero las demás no querían tirárselo. Además, luego me enteré de que de mí era de la que menos sospechaba. Eso me pareció particularmente insultante; joder, ella se tiraba al amor de mi vida y yo ni siquiera suponía una amenaza. En fin.

Acabamos el instituto pero seguí viéndole porque nos infiltramos en su grupo de amigos, que ahora, años después, también es el mío.

Fueron tiempos oscuros. La carrera no me gustaba demasiado por aquel entonces, sabía que R nunca sería mío, y los árboles no me dejaban ver el bosque. No tenía el atrevimiento que tengo ahora; de haberlo tenido, una de esas interminables tardes de viernes en el Farmers, el bar donde matábamos el tiempo, le hubiera comido los morros y por lo menos me habría quedado agusto. Porque esa es una espinita que siempre se me quedará clavada; nunca sabré cómo besa R. Pero entonces era mucho menos sabia y no me daba cuenta de que la friendzone no es tan difícil de romper, por lo menos cuando eres una chica. Los tíos quizá lo tengan más complicado, pero una noche de borrachera del año pasado, le confesé a Brugal que antes a mí me gustaba R, pero que no me había declarado por miedo a que no me correspondiera, y Brugal me dijo: "Perr, ¿Y por qué no? ¿R, a ti? Te hubiera dicho que sí fijo. ¿Por qué no?". No creo que Brugal fuera consciente del impacto que me causó aquella frase. Claro, ¿Por qué no? Los años que me había pasado haciendo el tonto cayeron sobre mí de repente. Podía haberlo intentado, pero no lo hice porque era una insegura de mierda, porque prefería tener su amistad a arriesgarme y quedarme sin nada, pero ahora sé que hubiera sido mejor arriesgarse (perriconsejo: arriesgaos, siempre, por lo que pueda pasar; mejor llevarse un corte que quedarse para siempre con la duda de saber cómo besa alguien).

En mi defensa diré que las circunstancias no me fueron favorables. R dejó a su novia la borde pero con la técnica del Tarzán: no soltar una liana hasta haber agarrado la siguiente, y claro, así no se podía intentar nada. Además, R se fue distanciando del grupo de amigos (ahora nos cuesta Thor y ayuda verle aunque sea para una cena) y como le veía menos, me enteré tarde de que lo había dejado también con esa otra chica. Para entonces estaba ya apuntada al campo de trabajo, y fui con una intención muy clara: ligar. Si no se cruzaba nadie en mi camino, al volver le confesaría a R que siempre le había querido, que para mí era un ser único e inigualable y que me moría de ganas de hacerle feliz y de follármelo, también, no olvidemos ese punto. Porque estaba ya muy cansada y empezaba a darme cuenta de que no podía seguir así.

Y llegó el Rubio. Él es mi punto de inflexión, pero no tiene el aparatito ése de los men in black que te borra la memoria, así que pasaron unos meses en los que R me seguía tirando fuerte, pero ya no tenía ganas de declararme, claro. Es más, el deseo de olvidar a R, que ya había empezado a gestarse antes de aquel verano, se convirtió en una necesidad. Y ya no pensaba en él continuamente; ese tirón magnético que eclipsaba todo lo demás se producía sólo cuando R estaba presente. El resto del tiempo, pensaba en el Rubio.
Descubrir que de verdad quería al Rubio fue un proceso gradual e intrincado, y dejar de querer a R también. Claro, querer al Rubio fue más fácil porque él me hacía caso, que quieras que no, te allana el terreno. Además, cada vez veía menos a R, porque el grupo ha ido cambiando, disolviéndose en algunos aspectos y manteniéndose en otros (se ha ido y ha venido gente, y el Farmers ya no existe; dios, qué vieja soy, ahora puedo decir eso de: cuando yo era más joven había aquí un bar al que venía yo con mis colegas...).
Pero pasó mucho tiempo antes de que dejara de sentir ese aguijonazo en las tripas cada vez que me encontraba con R al salir de fiesta.

Ahora he adquirido una lucidez que no tenía cuando las sustancias químicas del enamoramiento y las hormonas me nublaban la vista. Ahora soy capaz de ver cosas de R que no me gustan, y actuaciones que no han estado nada bien. Ahora soy capaz de verle tal como es, de ser consciente de que le tenía un poquito idealizado y de que, de haber empezado a salir, probablemente habríamos acabado ya para estas alturas, y además mal, tirándonos los trastos a la cabeza y todo. O quizá no, a lo mejor me equivoco, pero tengo la sensación de que él no habría tenido la paciencia que se requiere para empezar a salir conmigo, por muchas cosas. Rubio sí la tiene y la ha tenido.

Pese a todo, echo de menos a R como amigo. Las pocas veces en que ahora le veo, es capaz de seguir inspirándome cariño, porque sigue siendo cariñoso y amable cuando quiere, cuando le da por ahí (me he dado cuenta de que su afecto es voluble, de que se olvida de ti durante meses pero luego, si te encuentras con él, eres capaz de perdonárselo todo...o por lo menos yo soy capaz de hacerlo, por alguna clase de residuo que siempre queda). Y por eso puedo decir que siempre le querré, aunque ahora de una manera completamente distinta.

También yo soy distinta ahora. Y sé más, sé más sobre querer a alguien de lo que sabía cuando pensaba que "quería" a R. Y sin embargo, aunque lo pasé fatal, no me arrepiento. En cuestión de tíos, no me arrepiento de nada porque de todo aprendí algo, y además ese camino me llevó a donde estoy ahora. Y ahora, pese a las muchas putadas que me puedan suceder, me gusta dónde estoy. ¿Podría haberme ahorrado sufrimientos cogiendo un atajo? Sin duda.

Pero no tendría cosas que contar, ni sabría cómo contarlas, ni tendría las balas en la recámara que ahora tengo.

No, no me arrepiento de que R fuera mi angina de pecho, pero me alegra que esa etapa se haya acabado. Está muy bien donde está, en un cajón de la memoria donde guardo a la Perra Verde que era antes y que no quiero volver a ser, pero de la que no me olvido precisamente por eso.





[1] Como digas sordomudo en su presencia te ganarás un discurso de la pera sobre que no son mudos, que son sólo sordos. Es que hizo un módulo de lengua de signos.

3 comentarios:

  1. El primer amor y la adolescencia son asuntos complicados, nunca se está preparada.
    Me gusto lo de "zolfas", una amiga dice a veces "zorda", que es fusión de "zorra" y "cerda" ;P

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  2. Brutal perraverde, tienes una habilidad especial con la escritura. Llevaba un tiempecillo sin pasar por aquí, iba a hacer un descansillo neurológico pero se me ha alargado viendo lo de marea, la menestrasesina, X...

    bolista

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    1. jajaja gracias Bolista, a ver si tengo un rato para actualizar porque entre el ictus, la epilepsia y demás ando ocupadilla...

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