lunes, 30 de abril de 2012

Quiero un tatuaje.

Quiero un tatuaje, en la cadera derecha. La cadera baja. Porque qué es una rockera sin tatuajes; porque me da una envidia terrible Kutxi Romero con su forma de ganarse la vida y sus brazos tatuados, y como lo más cerca que estaré de hacer rockanroll en directo será corear sus canciones en los conciertos, por lo menos me tatuaré, que siempre había querido.

Siempre había querido, sí, pero soy una persona hiperindecisa. Por eso lo he ido posponiendo, para estar segura, hasta que me puse un tope: al acabar la carrera. Sin embargo, luego pasó lo del Rubio y me dije, joder, Perr, pues háztelo cuando acabe la quimio. Y el tema del tatuaje quedó decidido también, su inicial. TODO el mundo, menos mi Señora Madre, me dice lo mismo: el nombre de un chico no, Perr, que a ver si luego cortáis, y luego qué... Sin embargo, Señora Madre opina como yo: que es una época de mi vida que nunca se me olvidará y que siempre significará algo, aunque el Rubio y yo lo dejemos (la verdad, no me imagino que eso pase, pero no soy tan ingenua como para no considerarlo posible, igual que es posible que me caiga un meteorito encima o que mi Tía la que Mola gane la lotería...ahora, hablar de probabilidades es otra cosa; como dice mi amigo Z, "después de pasar por esto o cortabais o ya no os separabais jamás").

La cosa es que se lo dije tímidamente a Señora Madre, creyendo que me montaría el pollo y que me lo tendría que hacer a escondidas (porque con 23 añazos y a punto de ser médico creo que tienen bastante asumido que "no dejarme hacer algo" es ridículo) y al principio puso cara rara pero no dijo nada. Esto fue hace tiempo, cuando el tatuaje era un "a lo mejor". Últimamente, como ya lo tenía decidido, volví a sacar el tema, y me ha dejado rota: que ella también se quiere hacer uno, encima de la teta, la inicial de Señor Padre, la de Hermana y la mía. Thor y ayuda me ha costado convencerla de que encima de la teta no, por lo que más quieras, que tenemos una edad y me niego a tener una madre choni a estas alturas, me niego. Ha accedido a hacérselo en el hombro y quiere que vayamos las tres juntas, porque Hermana también quiere hacerse uno. Yo quería que me acompañara el Rubio, por el tema de que la zona es delicadilla y tal y no es que no me fíe del tatuador pero me mola más que esté, que encima es en su honor y tal. Hermana me informó ayer por tuiter de que el tatuador del sitio donde tenía pensado ir está cañón, que es su amor platónico y que quiere ir con su amiga del alma. Paralelamente, mi amiga Minera, a quien le cuento por el chat del tuenti toda esta locura de tatuajes familiares, me salta que ella también había pensado hacerse uno, que le da algo de cosilla pero que igual se viene conmigo para ver si se anima.

Total; que preveo que no cabremos en el estudio de tatuajes, porque nos juntaremos allí Señora Madre, Hermana y Amiga del Alma de Hermana, el Rubio, la Minera y yo. Pero claro, pasará lo siguiente: Hermana y yo tiraremos para adelante, pero Minera al final se rajará; a Señora Madre le entrará la sensatez al ver nuestras caras de dolor y reculará como toda madre normal haría; el Rubio se mareará al ver la aguja y se tendrá que salir, y Amiga del Alma de Hermana probablemente ligue con el tatuador macizo, porque es mona, súper echá palante y medio francesa.

Y yo que me creía original, rebelde y rockera por tatuarme.

domingo, 22 de abril de 2012

Memorias de la Friendzone.

Cuánto os he querido a todos, chicos. Siempre. Soy muy dada al cuelgue y, aunque no me hicierais caso, yo os quería.
Hubo uno en particular, al que quise demasiado, y lo manejé demasiado mal.

No me importa que el Rubio lea esto porque sabe todo lo que hay que saber sobre R y sobre mí: R fue mi primer amor y nunca lo supo.

No fue, claro está, un amor igual que el que pueda existir entre el Rubio y yo, porque fue sólo por mi parte, un amor unilateral y extraño, intensamente leal e intensamente ingenuo. Duró unos tres años. Desde que le conocí en segundo de bachiller, hasta que conocí a Rubio cuando iba a empezar tercero de carrera, quise a  R como sólo alguien de diecisiete años y muchos pájaros en la cabeza puede. Entendedme, yo he dejado de parecer un orco de Moria hace poco tiempo; y no es que fuera intrínsecamente fea, es que me había dejado. Me sobraban unos 17 ó 18 kilos de los que ya me he librado. No me arreglaba, me conformaba con la ropa que me valía y casi siempre, por evitarme el mal rato que me llevaba al ver que no cabía en lo que para las demás era una talla gigantesca, iba con ropa ancha. Mi señora madre decía que era porque no me quería nada a mí misma, y quizá tuviera razón, pero yo creo que el verdadero problema estribaba en que yo asumía que no iba a quererme nadie, y entonces, para qué me iba a molestar. Mejor iba cómoda y me dejaba de leches.

Ah, la adolescencia. Qué periodo tan bonito, entrañable, y emocionalmente estable. No volvía a esos años ni aunque me ofrecieran a Brad Pitt de esclavo sexual de por vida.

Entonces conocí a R. Era de letras, lo que yo siempre quise ser y nunca fui. Estudié en un determinado instituto porque las dos amigas del colegio con las que más me llevaba iban a ir allí:  una iba conmigo a ciencias y acabó haciendo minas para estupor de todos (la Minera es una chica 10; saca un 10 en todo lo que se propone) y Nosedicesordomudos [1], que ahora es novia de Mr. Brugal. Nosedicesordomudos me presentó a R, pero no le guardo rencor por ello porque también me arrastró al campo de trabajo en Palencia donde conocí al Rubio. Pero eso son un montón de otras historias.

El caso es que todos los recreos nos los pasábamos charlando Minera, Nosedicesordomudos, R y yo. Y confluyeron una serie de factores para que yo me colgara de R y en pocas semanas le profesara un amor épico, apasionado y secreto. Para empezar, es guapete. Muchas chicas no le consideran guapo, pero es alto, moreno, lleva perilla y es grandote. Bueno, vale, siempre le han sobrado algunos kilillos, pero es que a mí los hombres me gustan grandotes, que cuando te abracen, te abracen en condiciones. Tenía el plus de ser intensamente gracioso. Me partía y me parto con él, tanto con cosas tontas como diálogos de Los Simpson, como con su punto de humor irreverente, ocurrente y cínico. Después, era educado, amable, y propenso a abrazarte mucho y a decirte lo guapa que estabas. No a mí en particular sino a todas y por inercia, claro, pero tenéis que daros cuenta de que mi autoestima no es el sólido e inquebrantable pilar que es ahora. Era el primer tío que no pasaba de mí o que no me despreciaba abiertamente; yo era una más, una amiga, sí, pero una más, como Nosedicesordomudos o como Minera, y eso fue importante para mí. Tal vez mi reacción fue ultra exagerada, ahora sé que sí y que me pasé años obsesionada con R, años que me retrasaron en el terreno de las relaciones. Porque yo no me fijaba apenas en nadie, al menos al principio, que no fuera él. Luego si me liaba con alguien era para tratar de olvidarme de R, pero no funcionó demasiado bien. No sé transmitir la intensidad con que lo quería, o creía quererlo, y lo frustrante que resultaba que él no me viera a mí de esa manera. Fue el equivalente emocional de una angina de pecho, palabra.

Y nunca intenté nada con él. Al principio me bastaba con estar con él en los recreos, porque me encantaba pasar tiempo con él. Me volvía loca tan sólo charlar con él, sus gestos, el timbre de su voz, ese ocasional abrazo que era el paraíso. Y si nunca intenté nada, fue porque él tenía novia y parecía feliz. Después, cuando nos integramos en su grupo de amigos, donde conocimos a Machete, a Brugal, a Z...conocimos también a su novia, y no quiero hablar mucho de ella pero era una borde de cuidado. Detestaba a sus amigos porque "le robaban" temporalmente a R, y a las amigas de R nos llamaba las zolfas (zorra+golfa). Vale, sobre mí tenía razón, pero las demás no querían tirárselo. Además, luego me enteré de que de mí era de la que menos sospechaba. Eso me pareció particularmente insultante; joder, ella se tiraba al amor de mi vida y yo ni siquiera suponía una amenaza. En fin.

Acabamos el instituto pero seguí viéndole porque nos infiltramos en su grupo de amigos, que ahora, años después, también es el mío.

Fueron tiempos oscuros. La carrera no me gustaba demasiado por aquel entonces, sabía que R nunca sería mío, y los árboles no me dejaban ver el bosque. No tenía el atrevimiento que tengo ahora; de haberlo tenido, una de esas interminables tardes de viernes en el Farmers, el bar donde matábamos el tiempo, le hubiera comido los morros y por lo menos me habría quedado agusto. Porque esa es una espinita que siempre se me quedará clavada; nunca sabré cómo besa R. Pero entonces era mucho menos sabia y no me daba cuenta de que la friendzone no es tan difícil de romper, por lo menos cuando eres una chica. Los tíos quizá lo tengan más complicado, pero una noche de borrachera del año pasado, le confesé a Brugal que antes a mí me gustaba R, pero que no me había declarado por miedo a que no me correspondiera, y Brugal me dijo: "Perr, ¿Y por qué no? ¿R, a ti? Te hubiera dicho que sí fijo. ¿Por qué no?". No creo que Brugal fuera consciente del impacto que me causó aquella frase. Claro, ¿Por qué no? Los años que me había pasado haciendo el tonto cayeron sobre mí de repente. Podía haberlo intentado, pero no lo hice porque era una insegura de mierda, porque prefería tener su amistad a arriesgarme y quedarme sin nada, pero ahora sé que hubiera sido mejor arriesgarse (perriconsejo: arriesgaos, siempre, por lo que pueda pasar; mejor llevarse un corte que quedarse para siempre con la duda de saber cómo besa alguien).

En mi defensa diré que las circunstancias no me fueron favorables. R dejó a su novia la borde pero con la técnica del Tarzán: no soltar una liana hasta haber agarrado la siguiente, y claro, así no se podía intentar nada. Además, R se fue distanciando del grupo de amigos (ahora nos cuesta Thor y ayuda verle aunque sea para una cena) y como le veía menos, me enteré tarde de que lo había dejado también con esa otra chica. Para entonces estaba ya apuntada al campo de trabajo, y fui con una intención muy clara: ligar. Si no se cruzaba nadie en mi camino, al volver le confesaría a R que siempre le había querido, que para mí era un ser único e inigualable y que me moría de ganas de hacerle feliz y de follármelo, también, no olvidemos ese punto. Porque estaba ya muy cansada y empezaba a darme cuenta de que no podía seguir así.

Y llegó el Rubio. Él es mi punto de inflexión, pero no tiene el aparatito ése de los men in black que te borra la memoria, así que pasaron unos meses en los que R me seguía tirando fuerte, pero ya no tenía ganas de declararme, claro. Es más, el deseo de olvidar a R, que ya había empezado a gestarse antes de aquel verano, se convirtió en una necesidad. Y ya no pensaba en él continuamente; ese tirón magnético que eclipsaba todo lo demás se producía sólo cuando R estaba presente. El resto del tiempo, pensaba en el Rubio.
Descubrir que de verdad quería al Rubio fue un proceso gradual e intrincado, y dejar de querer a R también. Claro, querer al Rubio fue más fácil porque él me hacía caso, que quieras que no, te allana el terreno. Además, cada vez veía menos a R, porque el grupo ha ido cambiando, disolviéndose en algunos aspectos y manteniéndose en otros (se ha ido y ha venido gente, y el Farmers ya no existe; dios, qué vieja soy, ahora puedo decir eso de: cuando yo era más joven había aquí un bar al que venía yo con mis colegas...).
Pero pasó mucho tiempo antes de que dejara de sentir ese aguijonazo en las tripas cada vez que me encontraba con R al salir de fiesta.

Ahora he adquirido una lucidez que no tenía cuando las sustancias químicas del enamoramiento y las hormonas me nublaban la vista. Ahora soy capaz de ver cosas de R que no me gustan, y actuaciones que no han estado nada bien. Ahora soy capaz de verle tal como es, de ser consciente de que le tenía un poquito idealizado y de que, de haber empezado a salir, probablemente habríamos acabado ya para estas alturas, y además mal, tirándonos los trastos a la cabeza y todo. O quizá no, a lo mejor me equivoco, pero tengo la sensación de que él no habría tenido la paciencia que se requiere para empezar a salir conmigo, por muchas cosas. Rubio sí la tiene y la ha tenido.

Pese a todo, echo de menos a R como amigo. Las pocas veces en que ahora le veo, es capaz de seguir inspirándome cariño, porque sigue siendo cariñoso y amable cuando quiere, cuando le da por ahí (me he dado cuenta de que su afecto es voluble, de que se olvida de ti durante meses pero luego, si te encuentras con él, eres capaz de perdonárselo todo...o por lo menos yo soy capaz de hacerlo, por alguna clase de residuo que siempre queda). Y por eso puedo decir que siempre le querré, aunque ahora de una manera completamente distinta.

También yo soy distinta ahora. Y sé más, sé más sobre querer a alguien de lo que sabía cuando pensaba que "quería" a R. Y sin embargo, aunque lo pasé fatal, no me arrepiento. En cuestión de tíos, no me arrepiento de nada porque de todo aprendí algo, y además ese camino me llevó a donde estoy ahora. Y ahora, pese a las muchas putadas que me puedan suceder, me gusta dónde estoy. ¿Podría haberme ahorrado sufrimientos cogiendo un atajo? Sin duda.

Pero no tendría cosas que contar, ni sabría cómo contarlas, ni tendría las balas en la recámara que ahora tengo.

No, no me arrepiento de que R fuera mi angina de pecho, pero me alegra que esa etapa se haya acabado. Está muy bien donde está, en un cajón de la memoria donde guardo a la Perra Verde que era antes y que no quiero volver a ser, pero de la que no me olvido precisamente por eso.





[1] Como digas sordomudo en su presencia te ganarás un discurso de la pera sobre que no son mudos, que son sólo sordos. Es que hizo un módulo de lengua de signos.

miércoles, 18 de abril de 2012

La Menestra Asesina.

Esta semana estoy haciendo por las tardes un curso de introducción a la medicina intensiva. Eso implica que tengo que quedarme a comer en la facultad, y por tanto, me llevo la comida de mi casa.

Si vierais la cafetería de mi facultad ni siquiera preguntaríais por qué. Tal vez baste con decir que un profesor la llama “la salmonella alegre” pero por si queréis más datos, antes era un lugar un tanto tétrico, muy grande, que parecía doblemente grande porque nunca había allí más de diez personas a la vez (en su mayoría, incautos de primero). Como la cocina no estaba cerrada, podías ver al que se encargaba de atenderla coger los filetes de merluza empanada del congelador entre sus gordezuelas manazas –que quizá se había lavado, y quizá no- y recorrer el camino hacia la freidora con paso trabajoso, precedido por su prominente barriga. Ah, la freidora. En ese aceite estaban recogidos los sabores de todas las comidas que se han preparado desde que se inauguró el plan de estudios de licenciatura, en 1991, y quizá antes, desde la fundación de la misma facultad. Ese aceite jamás fue cambiado, estoy segura; el gordo echaba allí a puñados la comida (comida de todas clases: patatas, pescado, carne, toda junta) que pasaba del estado congelado al estado fritanga sin transición ninguna. Una cosa sí que sé: no lo cambiarían, pero se encargaban de echarle sal regularmente. En alguna salina perdida de la mano de Thor quizá haya una piedra de sal pura ligeramente más salada que las patatas fritas de esta facultad, pero la diferencia sería mínima. Ahora lo han reformado y ya no se ve tanto, pero no sé si el manejo sigue siendo el mismo, porque no he vuelto a comer allí. Me he despedido de la aceitera y la vinagrera llenas de mosquitos ahogados (o se ahogaban mucho o hicieron caso omiso de la gente que se quejó de que los aliños tenían bichos flotando y no los cambiaron nunca), de un menú que equivale a doce cucharadas soperas de aceite por siete euros y pico, del cubo del que echaban la salsa rosa, que se parecía al que tenía yo para jugar en la arena de pequeña, de los famosos macarrones con hierbas extrañas…y de cosas como cuando a un amigo (que no es JS ni Bolista, eh, que me llevo con más gente en la facultad) le tocó un filete de ternera que tenía una etiqueta. No es coña. Era como esas tiras de plástico que unen la etiqueta de cartón con la prenda, que son un hilo con los extremos rectangulares; pero sobresaliendo de entre las fibras del filete. O como cuando fuimos a comer un día, vimos que los flanes caducaban al día siguiente, y al volver ese día siguiente nos encontramos los mismos flanes –porque era obvio que eran los mismos-pero puestos en platos con una rodaja de piña para disimular su caducidad. Que si el flan estaba caducado, no quiero saber de dónde salió la piña. O la vez que la chica aquella abrió un yogurt y tenía una montañita de moho verde dentro. O la obsesión que tenía el gordo con que nos traíamos cucharas de casa para darle el cambiazo y quedarnos con las suyas (WTF?).


El patatal donde se cultivan las patatas para la cafetería de la facultad.



En fin, que mis comidas son menos divertidas pero tengo las arterias más sanas. Me llevo mi fiambrera súperguay y como en un cuartito que nos han habilitado, con seis mesas y dos microondas (al principio había cuatro mesas y un microondas; somos 600 alumnos, pero por suerte no comemos todos a la vez). Sin embargo, eso supone cargar con una fiambrera que no me cabe en la mochila durante tooodo el rato y claro, yo vivía sabiendo que en algún momento me la olvidaría en alguna parte.

Hoy, quedé con JS el Incendiario y con Bolista en el vestíbulo de la residencia donde teníamos el curso unos diez minutos antes para tomar el café de rigor. Nos lo tomamos, fue llegando más gente, que si hablando y tal...me dejé la fiambrera junto al banco donde estábamos sentados.

Y me acordé cuando llevábamos una hora de curso. Empecé a buscar la fiambrera alrededor de mi silla. Dos veces, tres. No estaba. No podía ser. Llevaba desde las ocho de la mañana con ella en la mano, era ya como una prolongación de mi cuerpo. Y de repente no estaba.

Interrumpí a la residente que estaba explicándonos cómo intubar a un muñeco, roja como un tomate, y le pedí permiso para salir. Por cierto, qué majísima, que se podía haber puesto borde por interrumpirla para "ir a buscar una bolsa que me había dejado fuera" pero no.

Y en el vestíbulo, claro, no estaba la fiambrera. Había allí unos gitanos, que siempre van en tropa a los hospitales, y les miré discretamente, pero no parecían tenerla. Volví desolada y le comuniqué a JS que mi fiambrera con los restos de la menestra del mediodía no estaba. "Mi menestra la tienen unos gitanos" me lamenté.

Sin embargo, cuando terminamos de meter el tubo por el esófago (mal) y finalmente la tráquea (bien) del maniquí, pasé por información y vi en una esquinita mi fiambrera.

-Perdona.-Le dije a la señora de información, con una sonrisa de alivio radiante.-Veo que tenéis ahí una fiambrera que me he dejado...

-¡Ah, sí!-Contestó riéndose.- Verás, ha venido un chico que me ha dicho: "Señorita, llevo vigilando un rato esa bolsa que parece que tiene algún tipo de equipo informático, y no es de nadie y no la he querido tocar..."-Por el tono de la señora de información, el tipo claramente estaba por llamar a los GEOS.-Así que yo me he hecho cargo, la he abierto, y...-subiendo los brazos con las palmas hacia fuera en un gesto universal de imponer calma- he dicho: tranquilos, que tiene comida dentro, ya vendrá su dueño a buscarla.

Ni que decir tiene que JS y Bolista se partían la caja entre comentarios de: "¡Menestra bomba!" "¡Fiambrera asesina!"

En fin, otra más para la lista de cosas que sólo me pasan a mí: las señoras de información intentan desactivar mi menestra antes de que detone y nos mate a todos.

viernes, 13 de abril de 2012

Conociendo a Señores Padres.

Ha llegado el momento de la venganza...muhahahaha!

Yo tuve que conocer a Potenciales Suegros (y no sólo eso, también a Potenciales Cuñados, a un tío, una tía, una abuela y un abuelo del Rubio) y, aunque fuera por circunstancias que escapaban a nuestro control, y aunque Rubio no me obligó...ha llegado la hora de la vendetta.

Es lo justo.

Ojo por ojo.

Diente por diente.

Potenciales Suegros por Señores Padres.




Y lo peor es que a mí también me va a dar cosa. El primer novio que presento en casa y es vasco. De ésos que vienen a invadir y a colonizar Cantabria. De los Invasores.
Pero tengo ganas de quitarme el tema de encima, más que nada para que mis padres dejen de preguntar si tan feo es, que no le quiero enseñar. Y para que la gente deje de decirnos que es raro que después de dos años y nueve meses aún no le conozcan. A mí no me parece raro, me parece lo más normal, de hecho, hasta que no llevemos unos quince o veinte años juntos, que se vea que es ya una cosa seria, no veo la necesidad...

Pero la vendetta es la vendetta. Y, aunque cada vez que se lo he propuesto ha puesto esta cara:


No, ¡Esa cara no! ¡Cualquier cosa menos esa cara!


Al final le he convencido...

jueves, 12 de abril de 2012

Mi Bruxismo y Yo.

Acaba de triscarme la mandíbula de la manera más brutal. Y no he hecho ningún movimiento exagerado, me he limitado a entreabrir la boca a ver si tenía agarrotado el masetero (el músculo éste de masticar) y muy discretamente, con cuidadín. Y entonces, CRAC. No sé cómo habrá sonado desde fuera, pero dentro de mi cabeza ha habido eco y todo.

Me he parado en medio del pasillo pensando: ya está, se ha roto, ha claudicado por fin, estoy en A Tomar Por Culo y para cuando llegue la ambulancia moriré del dolor, me despertaré con unos hierros como los de Homer y tendré que vivir a base de puré de verduras (agg) y pasaré meses sin que me puedan dar besos con lengua y...

Y me percaté de que no me dolía. Me había quedado una sensación rara, sí, como de vacío, como si después del trisquido algún cable de los de por ahí dentro se hubiera soltado y ya no estuviera, pero estaba bien. Deseé tener un aparato de rayos X a mano para verme la mandíbula por dentro, dándome cuenta de que estoy bastante enferma y que debería aflojar el ritmo de estudio para que no se me ocurrieran esas cosas.

Mi historia con el bruxismo viene de largo, desde segundo de carrera, concretamente. En algún momento de ese curso comencé a levantarme con los músculos de la mandíbula cansados, como si me hubiera pasado toda la noche mascando chicle, pero no se me ocurrió que apretaba los dientes mientras dormía porque no había oído que eso pudiera pasarle a nadie, ilusa de mí. El caso es que la sensación de cansancio pasó a ser de dolor y no sólo de mandíbula, también de cabeza, así que decidí ir al dentista.

Mi dentista es estomatólogo, es decir, que hizo medicina, y por tanto me trata casi como a una colega y le gusta decir mucho "cóndilo" en sus explicaciones, para que vea que él se acuerda de la anatomía (yo no, pero hago como que sí, pongo cara así como de entendida, levanto las cejas y de vez en cuando intercalo un: "ah, claro"). Es el típico dentista que te habla esperando que contestes con todos los instrumentos de hurgar en la boca dentro de tu boca. Una vez me contó la historia de su fístula: hicieron una sentada en la facultad protestando por algo, y de estar todo el rato con el culo pegado al suelo le salió una fístula anal, con tan mala fortuna que se le reventó en pleno examen de Farmacología, pero gracias a Thor [1] se había puesto unas compresas que absorbieron el desastre. Y me contó la anécdota mientras me hurgaba en la boca. Muy rico todo.

El caso es que me hizo una placa de descarga blanda, que tras meses de incómodo uso se reveló como inútil, y luego una placa de descarga Michigan, en la que deposité todas mis esperanzas porque tenía ya nombre propio y eso, quieras que no, le da respetabilidad a una placa de descarga.

Y sorpresa: me seguía doliendo. Ya no me dolía un poco todos los días, me pasaba incluso dos o tres semanas enteras perfectamente, pero entonces amanecía un día con el dolor de todas esas semanas condensado. De ése que si tienes suerte se va con dos ibuprofenos y si no, pues te jodes. Y lo primero que me preguntaba todo el mundo era: "¿Te pones el aparato?". No queréis preguntarle eso a alguien que tiene un bruxismo brutal, en serio, si pretendéis conservar la cara intacta, no queréis. Porque joder, si te duele un giritón la mandíbula y te dan una cosa para solucionarlo, lo lógico y normal a no ser que seas masoca es que te lo pongas. Vamos, digo.

Me recetaron relajantes musculares suaves para las épocas de estrés. Problema: yo no sé cuándo se avecina una época de estrés, porque sí, aprieto los dientes cuando estoy nerviosa (en exámenes, cuando iba a conocer a Potenciales Suegros...) y entonces me tomo el relajante durante unos días para evitar la agonía absoluta. Pero otras veces la mandíbula se pone nerviosa sola y decide apretar como si no hubiera mañana, aunque esté en plenas vacaciones de verano. Otras veces aprieto durante el día sin darme cuenta: cuando estoy con gente que no conozco y estoy un poco tensa, cuando estoy haciendo un examen, cuando me da por morderme la boca (porque en lugar de morderme las uñas me muerdo la boca por dentro, lo de perra verde no lo escogí por casualidad), o porque muerdo torcido sin darme cuenta. Y entonces el daño está hecho y el relajante muscular no sirve de gran cosa.
Además, me levanto hiper drogada la mañana siguiente y no puedo estudiar demasiado bien, y recordemos que me los tomo en época de exámenes.

Pese a todo, he tenido varios Días del Juicio Final. Han sido días en los que no me he tomado el relajante, en los que no estaba especialmente nerviosa, pero el dolor me ha despertado de madrugada. Temí que me estallara la cabeza, es más, lo deseé para que acabara aquel calvario: dolor de mandíbula, de cabeza, ganas de vomitar, ME MUERO...La primera vez que me pasó eso me tuve que tomar un Nolotil, porque sabía que los ibuprofenos iban a tener la efectividad de las gominolas.
No se me pasó del todo.
Pero sí lo suficiente como para volverme a dormir. Luego estuve todo el día medio zumbada.

Y lo que más me mosquea es que puede que sea una nenaza, porque en mi clase varias personas me han contado que tienen bruxismo pero con las placas se les ha pasado. Y desde luego, ninguna lo describe como Dolor Infernal del tipo Se Va a Acabar el Mundo Hoy. Del tipo Se Caga la Perra Verde.

Consulté con un maxilofacial, a ver si me decían que me podían extirpar algo, no sé, aunque fuera hurgarme un poco a ver si sonaba la campana, pero nada, me salió con que mi exploración era atípica, que no parecía que tuviera bruxismo aunque por lo que contaba tenía que ser eso (FLIPÉ, en colores, ¿Me estaba llamando loca, mentirosa o rara?). Aunque bueno, le perdoné, porque por algo lo bauticé posteriormente como el Maxilofacial Buenorro, qué tío: joven, guapérrimo, médico. Mi Señora Madre quiere que volvamos sólo para poder verle otra vez. Considerando que ambas estamos comprometidas, y que nos tiraríamos de los pelos peleando por él, no lo considero prudente.

Volví a consultar al dentista y me dijo que iba mejor, que tenía los cóndilos más en su sitio.

Así que ya sólo me queda apuntarme a yoga, a ver si me relajo el nerviosismo subconsciente que debo de tener, aunque yo no me lo note.













[1] Supongo que diría gracias a dios, pero el único dios en el que creo yo es éste:


No me digáis que no es divino.

miércoles, 11 de abril de 2012

Neurocabrón Strikes Back.

Corrían rumores. De ésos que dicen tener fuentes en gente de otros años. Corrían rumores de que, el último día de clase antes de semana santa, Neurocabrón (también conocido como No, por mis santos cojones) pasaba lista y, si estabas en ella, contabas con un seis sobre diez en su pregunta del examen final.

Esas cosas me dan ganas de prenderle fuego a la facultad, empezando por reprografía (lerdas), siguiendo por el departamento de Fisiología (para vengar ultranzas de cursos pasados) y acabando en la persona de Neurocabrón, hasta que se convierta en un montoncito de cenizas humeantes con el charco fucsia de plástico derretido de lo que antes fueron sus gafas encima, coronándolo todo.

Porque una de las cosas que se ha cargado Bolonia era ir a clase si te salía del c*ñ* y si no, pues no, porque se suponía que ya eras mayorcito como para administrarte tu tiempo como quisieras. Yo sigo en el plan viejo. Yo voy a salir de ahí licenciada. En el contrato que firmamos con sangre entre cánticos satánicos en cada inicio de curso, se estipula claramente que entregamos nuestra alma a cambio de clases "magistrales" (qué risa me da ahora esa palabra, por cada profesor bueno hay al menos siete nefastos) no obligatorias, y prácticas que sí que son de asistencia forzosa. Ergo, ese señor no tiene derecho a extorsionarme, a chantajearme para ir a su puta clase (que si necesita hacer algo así está claro que no las debe de dar muy bien).

Y lo peor de todo esto, lo que más me escalda, es que discutiéndolo con algunos "compañeros" de clase, le daban la razón:

-Ya es hora- decía una que nos suele chistar a JS el Incendiario y a mí para que nos callemos, y que ha expresado en innumerables ocasiones el asco que le da la gente que no acude a clase puntualmente TODOS TODOS los días.-De que nos recompensen por ir a clase. Hay muchas veces que te perjudica y sigues viniendo, pues no veo mal que te recompensen.

Ahí me pasó una cosa que me da mucha rabia y es que a veces me quedo muda del asombro y la indignación. De no ser así, le habría espetado algo parecido a esto, pero con más tacos:

-Mira bonita, para empezar tú eres imbécil o masoca, porque si no te compensa ir a una clase, no vas y punto. Que tengas una especie de trauma de hiper-responsabilidad gestado seguramente en la edad prescolar, un TOC que te impide quedarte en casa porque si no vas a clase se va a desatar el apocalipsis, pues bueno, yo de ti me lo miraría porque no es bueno odiarse tanto a uno mismo, pero tú sabrás. El hecho de que estés aquí como un clavo hora tras hora no te hace mejor que los que no venimos, y por supuesto no te legitima para que nos juzgues y nos desprecies. Porque somos gente civilizada, pero que sepas que más de la mitad de la clase de buena gana te rompería el morro por petarda y por borde, que tienes unas insinuaciones que no se entienden en una persona cuerda. Como eso de hacernos tshhh a JS y a mí cuando hacemos algún comentario, tía, un comentario de nada, no sé de qué coño vas. Y si necesitas que el profe te dé su aprobación y te recompense con una palmadita en la espalda, pues muy bien, corre a lamerle el culo y quédate con tus seis puntos, que yo no los necesito. Creo recordar que suspendiste Reumatología, ¿No? Y seguro que viniste a todas las clases. Pues yo tengo matrícula de honor, Petarda Yovengoatodaslasclases, y el miércoles no pienso venir porque voy a acompañar a mi novio a quimioterapia (no vengo porque no puedo, ya ves qué sistema de recompensa tan justo y poco aleatorio) pero si no me diera la real gana de madrugar tampoco vendría. Y no te deseo ningún mal, pero ojalá te pilles un gripazo de aúpa y tengas que venir arrastrándote, que sé que hasta con gripe vendrás, Petarda. Tenga usted muy buenos días.

Le di una versión resumida mencionando la quimioterapia para que se sintiera mal, lo reconozco, ahí fui un poco cabrona, pero es que a Petarda Yovengoatodaslasclases la tengo ganas; me vengué por mí y por todos mis compañeros, y por mí primero.

Aquí Petarda Yovengoatodaslasclases, el día que les dijo a mis compañeros en tono nada agradable que ella "no iba a cambiarles las prácticas porque se fueran de viaje a Cuba, que se las apañaran". Ella decidió no ir por no perder clase, verídico.

Huelga decir que falté a clase ese día, y que el Neurocabrón pasó lista. Y que me acabo de enterar. Y que estaba con el Rubio en el hospital de Basurto y no me arrepiento para nada, aunque me cabreen estas cosas. Porque comparado con todo lo que me gusta el Rubio, lo que odio al Neurocabrón no es nada; una mosca molesta de la que no volveré a saber nada cuando acabe el cuatrimestre.

Ahora, qué ganas de que acabe.


martes, 10 de abril de 2012

Las Notas de Rajoy.

Yo sabía que esto iba a pasar. De hecho, me lo dijo el Rubio cuando ganó el PP, y mi amigo Z, también, pero no quise pensar que se iba a poner todo tan chungo tan rápido. A pesar de que me había ido haciendo a la idea, no creí que bordearíamos la dictadura así de deprisa.

Porque el hecho de que un recorte así de gigantesco se anuncie por medio de una "notita" como las que nos mandábamos en clase es el paso previo a no dignarse a anunciar nada, y hacerlo directamente. Por mish huevosh. Porque mando yo.

Paralelamente, el nieto mayor de los putos ladrones esos los reyes se dispara en un pie, presuntamente con una escopeta de un calibre que por edad es ilegal que maneje (o eso han dicho en la tele esta mañana, pero por lo visto este punto está sin confirmar, ni se confirmará si la casa real hace bien las cosas). Le hospitalizan y se beneficia de nuestro magnífico y gratuito sistema de salud. El mismo día que se anuncian los recortes, a mí se me ocurre que tal vez tenga que empezar a apoquinar cada vez que necesite una revisión en el ginecólogo, por ejemplo, pero a Froilán no le costará un duro sacarse los perdigones de su real pie.

Vale, tal vez esto último sea un poco mezclar churras con merinas, pero como republicana no puedo evitar pensar que sí, un Presidente de la República también nos costaría dinero, pero tendría la decencia de no procrear como si fuera un conejo. Nos vamos a quedar sin sanidad gratuita, pero seguimos manteniendo a esta gente. A todos ellos, que encima no dejan de multiplicarse. Y le damos a la iglesia su presupuesto, eso que no lo toque nadie, eh. Porque oye, si nos ponemos enfermos y no tenemos dinero, siempre nos quedará rezar.

Ya he pasado de la impotencia a la pena. Da igual cuánto nos quejemos, porque siempre habrá una masa estúpida dispuesta a dejarse asustar y a votar en masa la opción que les dé seguridad, aunque esa seguridad sea manifiestamente falsa, sea una obvia mentira. Porque no veo posible que la gente se creyera al PP diciendo que no iba a subir los impuestos. Es imposible que nadie esté tan ciego. Prefiero creer que la gente no imaginó que la cosa iba a ser tan brutal, y decidió tragar porque temía que  nos fuéramos a pique. Prefiero pensar que fue ignorancia y no tozudez mentecata. Pero entonces no me cuadra que la queja no haya sido mayor, que la huelga general no haya tenido mayor seguimiento, que la gente no haya explotado todavía; quizá porque la mayoría no es consciente de que, ahora, si se pone enferma la van a echar del trabajo, y encima no va a tener dinero para poder pagarse el tratamiento médico.

No escogí estudiar medicina por vocación, lo reconozco. Nunca he tenido muy claro qué quería hacer, pero medicina no se me ocurrió hasta segundo de bachiller. Porque podía, por House, porque me parecía interesante, porque tenía más salida que historia...no sé muy bien por qué. Pero con el tiempo he llegado a identificarme a mí misma como estudiante de medicina y futuro médico; y en ese cuadro general no entraba cuadrar la caja al final de las consultas.

Yo no entiendo de economía, eso está claro, pero me es muy difícil comprender que se recorta en sanidad porque no hay más remedio. Intuyo, más bien, que se recorta en sanidad porque nosotros lo permitimos. Porque nos hemos dormido en los laureles y les hemos dejado que ejerzan un poder sobre nosotros que jamás debieron tener. Nos hemos olvidado de que nosotros los elegimos (o deberíamos, no voy a empezar a meterme con el sistema electoral que no acabo) y que deberían responder ante nosotros.

Lo que se van a reír nuestros nietos cuando les contemos que, antes, la sanidad pública era gratis. Se van a pensar que sus abuelos están ya chochos. Espero que piensen eso, en lugar de preguntarnos que cómo lo permitimos. Cómo les dejamos que nos hicieran cosas así.

lunes, 9 de abril de 2012

La Lista.

Hace tiempo, me regalaron una agenda Oxford amarilla y naranja, de ésas para apuntar nombres, teléfonos y direcciones; como nunca he usado nada parecido fue rodando durante años por los cajones porque tengo síndrome de Diógenes desde que nací y nunca jamás tiro nada (de pequeña llegué a tener una colección de pelusas de alfombra guardadas en una caja, cada una de un color) y además soy adicta a los cuadernos de todo tipo, aunque nunca sé qué escribir en ellos.

El caso es que el año pasado se me ocurrió por fin para qué podía usarla: para escribir la lista de Normas para la Vida de la Perra Verde. He aquí una muestra:

#1: Tranquilízate.

#28: Sé generosa, pero no gilipollas.

#31: Los cambios siempre ocurren, quieras o no; adáptate.

#18: Baila siempre que te apetezca.

#2: Nunca eches el kinito con gin kas.

#7: Reservate siempre el derecho a cambiar de opinión.

#27: Lava la ropa nueva antes de ponértela.

#12: Duerme todo lo que necesites siempre que puedas.

#34: Tu tiempo es lo más valioso que tienes.

#13: Lávate los putos dientes.

De momento, he llegado a 34; seguiré hasta que me canse, se me acabe la agenda, o sea vieja y tenga nietos a quienes legársela conteniendo la sabiduría de toda una vida. Porque yo no quiero tener hijos ni jarta de vino, pero nietos sí que me gustaría; cuando sea ya viejuna y sabia y tenga una biblioteca gigantesca con miles de libros y cómics y pueda convertir a mis nietos en unos frikis de pura cepa.

sábado, 7 de abril de 2012

Los Novios de las Estudiantes de Medicina.

Dicen que estudiar medicina es duro, pero nadie dice que los novios de las estudiantes de medicina están hechos de otra pasta.

Me refiero, claro está, a los novios que no son también estudiantes de medicina, porque ésos son, definitivamente, de la misma pasta. Idénticos. Se los ve por los pasillos y algunas veces besuqueándose en la biblioteca y es obvio que no saben nada de los retos, del delicado equilibrio de amar a alguien que pertenece a un mundo completamente distinto: una ingeniería, un módulo, algo que no tiene nada que ver con la desmielinización, el estafilococo Aureus o la anemia falciforme.

Los novios de las estudiantes de medicina están acostumbrados a que cientos de palabras exóticas como éstas se cuelen en la conversación. Aprenden a pronunciar cosas como disdiadococinesia aunque no tengan muy claro lo que significan. Soportan apasionadas charlas que comienzan con un: "¿A que no sabes qué?" y que a menudo involucran temas para ellos desagradables y espeluznantes, como que la sangre en una amputación traumática en realidad es menor de lo que se piensa porque las arterias sufren un vasoespasmo, o que en realidad las tripas no pueden salirse como ristras de chorizo porque están unidas por el peritoneo. Estos pobres diablos tienen que abrir los ojos a los peligros que les acechan cada día y en los que ni siquiera habían reparado, como el riesgo de meningitis que hay en el área donde viven o lo fácil que es intoxicarse con el monóxido de carbono. Los riesgos del colesterol, de las grasas trans, de los edulcorantes cancerígenos. La muerte embozada en cada esquina, vehiculada en cada estornudo, viajando en los vagones de metro atestados de portadores de Streptococo Pyogenes; el ántrax durmiente en la tierra, la bacteria devoradora de carne que puede entrar por un rasponazo...
Y así hasta el infinito.

Los otros novios sólo tienen que soportar algún que otro síndrome premenstrual. Los novios de las estudiantes de medicina además tienen que soportar cosas como El Examen de Fisiopatología, quesinoloapruebasnopasasacuarto. Minutos y minutos de conversaciones telefónicas que giran en torno al voy-a-suspender aunque la novia en cuestión no haya suspendido en la vida nada más que la gimnasia, y a veces ni eso. Época de Exámenes. Es cuando el tiempo se detiene y se hace eterno; cuando, a pesar de que la novia ya no tiene clase, se le ve aún menos el pelo. Son días en que los novios de las estudiantes de medicina tienen que robarles los momentos a solas, negociarlos, regatear con sabiduría y arriesgado equilibrio (porque, por si no ha quedado claro, son unos santos, y aunque se mueren por verlas quieren también manifestarles su apoyo) porque ellas siempre tienen que estudiar.

Ése es su mantra: después del te quiero, lo segundo que más las oyen decir es "tengo que estudiar". Y los novios les dan ánimo con una especie de fe ciega porque las consideran parte de las estrellas del rock de los estudiantes. Porque sólo con ver la sangre se marean, y sólo con ver los tochos de apuntes de Farmacología también, pero sus chicas han podido con todo eso y con más: salen con tías que han presenciado autopsias sin despeinarse, que han memorizado cientos de hormonas, que en su momento se supieron el nombre de todos los huesos del cuerpo, sus relieves, sus inserciones musculares. Salen con la jodida wikipedia y encuentran eso digno de admiración.

De hecho, después de las madres, son la segunda persona que más farda de las notas de las estudiantes de medicina.

Pero no todo en la vida de la estudiante de medicina es estar enclaustrada. Precisamente por esas épocas de reclusión extrema, cuando la estudiante de medicina sale, es que sale de verdad. A darlo todo. Y los novios de las estudiantes de medicina lo saben y entienden sus desmadres y sus borracheras, y las comparten con entusiasmo.

El novio de la estudiante de medicina, además, está acostumbrado a que lo historien. Si le da por comentar que le pica un poco la garganta, sabe que se expone a un interrogatorio del tipo: "¿Desde cuándo te duele? ¿Al tragar o continuamente? ¿Toses? ¿tienes fiebre, te encuentras mal? ¿Te duele más en algún momento del día? ¿Cuánto es un poco? ¿A qué llamas tú picor?" Esto el novio lo soporta con estoicismo, lo mismo que las sugerencias del tipo: "tómate un ibuprofeno, o una aspirina, o un frenadol"; o el antagónico pero no excluyente: "no tomes tanto ibuprofeno, el frenadol no es para eso, mejor vete a que te vea eso el de cabecera o a urgencias si hace falta".

Los novios de las estudiantes de medicina son auscultados, percutidos, palpados. Son conejillos de indias. Los más desgraciados llegan a saber incluso qué es el reflejo cremastérico.

Pero no todo son desgracias para los novios de las estudiantes de medicina:

Cuentan con compañeras más que decentes para jugar al trivial.
Salen con chicas que tienen profundos conocimientos de anatomía, tanto masculina como femenina.
Siempre tienen al lado a alguien que se preocupa con más o menos objetividad por su salud.
A sus chicas no les impresionan la sangre ni las vísceras, de manera que es más difícil que se nieguen a ver una peli de zombis.
Es muy raro que, si tienen tiempo, digan que no a una noche de fiesta. Ya he dicho que se pasan queriendo salir todo el periodo de exámenes, que dura mucho.

Y, sobre todo, las estudiantes de medicina son conocedoras de todo lo anterior, de todo lo que soportan los novios de las estudiantes de medicina, y les quieren infinito por tener tanta paciencia.

martes, 3 de abril de 2012

Rubios y Rones.

Cuando tengo frío se me ponen las uñas de las manos moradas. Probablemente las de los pies también, pero nunca me miro, así que no lo sé. No es por fardar, pero hace algún tiempo adelgacé 17 kilos y no los he vuelto a ganar, y aunque eso tenga sus ventajas, tiene también inconvenientes, como el haber adquirido una nula tolerancia al frío. Antes el frío me gustaba y lo que no soportaba era el calor, pero es que ahora he descubierto que siempre he vivido en la tundra y nunca me había dado cuenta.

Por eso, una de las cosas que más me gusta del Rubio es que siempre está calentito. Produce más calor del que consume, va contra las leyes de la física. Te abraza y es como abrazarte a una estufilla, y yo, que dejo las sábanas de franela puestas hasta mediados de Julio, no me agobio jamás. Además, eso hace que sus besos sean siempre cálidos, y aunque nunca me he caracterizado por ser una gran besadora (recordad: 17 kilos, hace relativamente poco, y os haréis una idea de mi flamante carrera amorística [1]) es algo que no había experimentado antes. Cuando nos conocimos, en un campo de trabajo en Palencia [2] se pasó todas las noches interponiéndose entre el viento y yo por medio de un abrazo, arriesgando sus riñones, el único punto del cuerpo que se le queda frío, para que yo no me enfriara.

Así me conquistó el Rubio: siendo muy detallista conmigo y emborrachándome. Porque él puede ser un rancio en lo que se refiere a hacer cosas nuevas, por ejemplo, pero antes yo era rancia cuando salía y eso es imperdonable. No bebía, aunque sí que tenía planeado empezar ese verano, con 20 añazos, cuando me pareció que tenía suficiente cabeza y que no lo hacía porque lo hacían todos los niñatos y niñatas. Y no me arrepiento de haber esperado tanto; tajarme me he llegado a tajar muchísimo, pero ya en mi adultez, sin tener que esconderme de nadie y sin hora de llegada que me obligara a disimular. Un sábado en el que te vas a casa antes de las cinco de la mañana no ha sido un buen sábado, y para esas horas me he metido el ron por saturación y ya la sangre no me admite más, así que puedo volver a casa con bastante dignidad.

No estoy diciendo tampoco que sea imprescindible beber para salir y pasárselo bien, de acuerdo, pero a mí me funciona. Para mí el alcohol ha sido terapéutico y no creo que por ello vaya a acabar cirrótica. ¿Timidez patólogica? Cubata para la señorita. Mágico, oye. Se me desata la lengua. La gente empieza a reírse sorprendida e incluso cuentan que les he caído bien, cuando normalmente espanto a todo dios con mi mueca de mala hostia natural. Y lo bueno es que coges confianza y surte efecto incluso sólo con la copa en la mano y sin haber dado un sorbo (yo lo llamo el efecto: "si digo alguna tontá creerán que es porque voy contentilla") y luego ya sin copa ni nada; el alcohol es el puente que hace que una situación social pase de tensa a relajada, y bendito sea por ello.

Tiene su lado oscuro, eso también lo he aprendido; el lado de los sms peligrosos a altas horas de la mañana, del flirteo que no me doy cuenta de que es flirteo porque soy de natural cariñoso cuando bebo (sobria no, sobria soy una borde), de bailar Carlos Baute y de ser una bocachancla indiscreta. A mí no hace falta torturarme, a mí con darme tres cubatas te cuento hasta lo que le hago al Rubio cuando nadie más nos mira (y a veces cuando miran, también). Y sin que me preguntes, que es lo peor.

Por eso, entre las muchas cosas que tengo que agradecerle al Rubio (y que iré deslizando de estrangis en sucesivos post para no hacer uno tan empalagoso que os provoque un coma hiperglucémico) es que me descubriera las noches de fiesta. Ahora, como está malillo no puede beber, y a lo mejor por eso yo ya no me tajo de forma tan legendaria, por solidaridad alcohólica. Pero Bolista (que ya ha salido en tres entradas el tío, qué ansia de protagonismo, oye) me trajo de Cuba una auténtica botella de ron cubano que nos vamos a triscar en Julio, cuando yo acabe exámenes y él esté definitivamente libre de quimioterapias.

Porque nos lo merecemos, coño.




[1] Sí, me invento palabras. Es mi idioma y me lo follo cuando quiero.

[2] Sí, suena a campo de concentración, en realidad es una especie de campamento pero para gente más mayor...en fin, que me lió una amiga para ir, por mí misma no habría ido a un sitio así ni loca. Pero oye, mereció la pena.

lunes, 2 de abril de 2012

El Viernes que Subió La Marea.

El viernes pasado fui con Bolista al concierto que los Marea daban en Santander. Y todavía no he recuperado la voz.

Nunca había ido a un concierto en condiciones. Bueno, cuando era un moco fui a un concierto de los Estopa, pero me estoy refiriendo a un concierto de Rock, con mayúsculas. A pesar de que, como dice Kutxi Romero: "la palabra rock&roll no sale en el diccionario, y sin embargo sale rodapié, que es una cosa que no le interesa a nadie" a estos tíos no les hace falta definirlo con palabras, se sobran y se bastan con su música.

Kolibrí, Alen, César y el Piñas (ay, Piñas, con ese torso tatuado, esa trencita en la barba y ese culo perfecto, el Piñas) estuvieron grandes no, lo siguiente, y su salida al escenario a oscuras fue apoteósica; pero el mío es Kutxi, desde siempre. Cuando salió de detrás de aquellas calaveras de tela le tuve tan cerca que le vi los tatuajes y todo (la próxima vez, sin embargo, me planto en primera fila y que me caigan encima sus colillas y sus escupitajos, no me importa).

Creo que fui la única persona en todo el Palacio de los Deportes (aparte de su chavala si estaba, que no lo sé) capaz de encontrar a ese hombre atractivo. Sí, le sobran más kilos que descaro. Sí, tiene pintas de cerdaco. Pero si ese hombre me susurrara al oído un par de versos de, no sé, A la Mierda Primavera, por ejemplo, le dejaría que me hiciera lo que fuese. Me encanta su barba y me encantan esos aros enormes que me lleva en las orejas, y mientras no se quite el sombrero, no se nota todavía que empieza a vérsele el cartón. No sé, a lo mejor sólo quiero irme de cañas con él, o mejor, de rones. Sin embargo, me parece que ya llevo unos años en esto de que me atraiga el sexo opuesto de una manera física (exactamente ocho, desde que tenía quince no me caben dudas al respecto) y aunque entre mis amigos tengo fama de salida por un par de desafortunados "yo nunca" a los que jamás debí jugar, pienso que el sexo puede ser algo muy amplio. Sí, Brad Pitt es un monumento humano que cada año que pasa se supera en hermosura, pero para mí Kutxi Romero es follable.

Bueno, de la follabilidad ya hablaré otro día, que me pierdo. A lo que iba, el concierto, el conciertazo, esas dos horas y media de rock & roll estatal. Creo que una palabra lo define a las mil maravillas: fueron dos horas y media de música libre. Hice lo que hago siempre en la ducha, berrear Marea a grito pelao, pero elevado a la décima potencia (sigo ronca) y rodeada de mogollón de gente que saltaba con el puño izquierdo en alto, como yo; hice la guitarra eléctrica en el aire y canté a coro con Bolista, y no me importó nada. Era libre para hacerlo, y en un momento dado, cuando Kutxi estaba cantando entre el Piñas y César, me di cuenta de que estaba dentro de un concierto de Marea. No estaba viéndolo en dvd ni en youtube, estaba allí, con ellos en persona, en carne y hueso, a pocos metros de mí. Con los oídos zumbando, la espalda sudada, y las pantorrillas a punto de decir "ya basta, no te sostenemos más hasta que adelgaces o hagas algo más de ejercicio, guapa".

Esas dos horas y media fueron todo lo que se esperaba de ellas y más. Se convirtieron en una de las tres grandes noches de mi vida: cuando me lié con el Rubio por primera vez, cuando fui a una firma de libros de Arturo Pérez Reverte y le estreché la mano, y cuando vi a Kutxi Romero en directo por primera vez (que no será la última ni de coña).

Las únicas razones por las que no le tiré un sujetador fueron que los sujes de Oysho no salen gratis, son muy bonitos y si se entera Rubio de que se los tiro a alguien más se pone celoso fijo.

Lo malo es que ahora, cuando escucho música, aunque sea un disco en directo, ya me falta algo que antes no me había dado cuenta de que faltaba. Lo bueno: que este cuatrimestre jodido será menos jodido, porque existen cosas como este concierto para coger fuerzas.

*Detalle del concierto con el que me quedo: el miembro de la crew que se ocupaba de cambiarle el cubata de vez en cuando a Kutxi Romero. Eso es vida, joder, tener a un empleado que te vaya suministrando ron regularmente cuando se te vacía el cachi (o katxi, no tengo ni idea de cómo se escribe, la verdad).