lunes, 2 de abril de 2012

El Viernes que Subió La Marea.

El viernes pasado fui con Bolista al concierto que los Marea daban en Santander. Y todavía no he recuperado la voz.

Nunca había ido a un concierto en condiciones. Bueno, cuando era un moco fui a un concierto de los Estopa, pero me estoy refiriendo a un concierto de Rock, con mayúsculas. A pesar de que, como dice Kutxi Romero: "la palabra rock&roll no sale en el diccionario, y sin embargo sale rodapié, que es una cosa que no le interesa a nadie" a estos tíos no les hace falta definirlo con palabras, se sobran y se bastan con su música.

Kolibrí, Alen, César y el Piñas (ay, Piñas, con ese torso tatuado, esa trencita en la barba y ese culo perfecto, el Piñas) estuvieron grandes no, lo siguiente, y su salida al escenario a oscuras fue apoteósica; pero el mío es Kutxi, desde siempre. Cuando salió de detrás de aquellas calaveras de tela le tuve tan cerca que le vi los tatuajes y todo (la próxima vez, sin embargo, me planto en primera fila y que me caigan encima sus colillas y sus escupitajos, no me importa).

Creo que fui la única persona en todo el Palacio de los Deportes (aparte de su chavala si estaba, que no lo sé) capaz de encontrar a ese hombre atractivo. Sí, le sobran más kilos que descaro. Sí, tiene pintas de cerdaco. Pero si ese hombre me susurrara al oído un par de versos de, no sé, A la Mierda Primavera, por ejemplo, le dejaría que me hiciera lo que fuese. Me encanta su barba y me encantan esos aros enormes que me lleva en las orejas, y mientras no se quite el sombrero, no se nota todavía que empieza a vérsele el cartón. No sé, a lo mejor sólo quiero irme de cañas con él, o mejor, de rones. Sin embargo, me parece que ya llevo unos años en esto de que me atraiga el sexo opuesto de una manera física (exactamente ocho, desde que tenía quince no me caben dudas al respecto) y aunque entre mis amigos tengo fama de salida por un par de desafortunados "yo nunca" a los que jamás debí jugar, pienso que el sexo puede ser algo muy amplio. Sí, Brad Pitt es un monumento humano que cada año que pasa se supera en hermosura, pero para mí Kutxi Romero es follable.

Bueno, de la follabilidad ya hablaré otro día, que me pierdo. A lo que iba, el concierto, el conciertazo, esas dos horas y media de rock & roll estatal. Creo que una palabra lo define a las mil maravillas: fueron dos horas y media de música libre. Hice lo que hago siempre en la ducha, berrear Marea a grito pelao, pero elevado a la décima potencia (sigo ronca) y rodeada de mogollón de gente que saltaba con el puño izquierdo en alto, como yo; hice la guitarra eléctrica en el aire y canté a coro con Bolista, y no me importó nada. Era libre para hacerlo, y en un momento dado, cuando Kutxi estaba cantando entre el Piñas y César, me di cuenta de que estaba dentro de un concierto de Marea. No estaba viéndolo en dvd ni en youtube, estaba allí, con ellos en persona, en carne y hueso, a pocos metros de mí. Con los oídos zumbando, la espalda sudada, y las pantorrillas a punto de decir "ya basta, no te sostenemos más hasta que adelgaces o hagas algo más de ejercicio, guapa".

Esas dos horas y media fueron todo lo que se esperaba de ellas y más. Se convirtieron en una de las tres grandes noches de mi vida: cuando me lié con el Rubio por primera vez, cuando fui a una firma de libros de Arturo Pérez Reverte y le estreché la mano, y cuando vi a Kutxi Romero en directo por primera vez (que no será la última ni de coña).

Las únicas razones por las que no le tiré un sujetador fueron que los sujes de Oysho no salen gratis, son muy bonitos y si se entera Rubio de que se los tiro a alguien más se pone celoso fijo.

Lo malo es que ahora, cuando escucho música, aunque sea un disco en directo, ya me falta algo que antes no me había dado cuenta de que faltaba. Lo bueno: que este cuatrimestre jodido será menos jodido, porque existen cosas como este concierto para coger fuerzas.

*Detalle del concierto con el que me quedo: el miembro de la crew que se ocupaba de cambiarle el cubata de vez en cuando a Kutxi Romero. Eso es vida, joder, tener a un empleado que te vaya suministrando ron regularmente cuando se te vacía el cachi (o katxi, no tengo ni idea de cómo se escribe, la verdad).



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