jueves, 29 de noviembre de 2012

La semana que fui Lina Morgan.

La semana pasada empecé mis prácticas en Respiratorio. Al responsable sólo le he visto dos veces y me ha acribillado a preguntas, pero he salido bien del paso. Es bastante amable; yo iba con miedo porque me habían contado de él historias truculentas, como que a un tío heavy de tercero le había hecho llorar. Yo es que a los heavys no les entiendo mucho porque los tíos con melena me dan grimilla (sobre todo si no se la lavan) pero tengo entendido que no suelen ser de lágrima fácil, a no ser que esté sonando Metallica. No sé qué le diría, pero conmigo está súper majo, en plan mentor, así que no me quejo.

Como al doctor Malafamainjustificada sólo lo veo cuando decide venir, desde el primer día me acogió su residente. Es extranjera, tiene un acento que no acabo de saber de dónde es porque soy malísima para eso; se la entiende bien pero como es muy musical luego mentalmente no puedo evitar leer las cosas con el mismo acentillo. Me pasó también unas vacaciones que pasé rodeada de andaluces. La Residente EficazbarraAmable me ha mandado hacer un montón de cosas y eso al principio me mosqueaba un poco, pero luego, cuando el doctor Malafamainjustificada ha venido a preguntarme sobre "mi paciente" y le he soltado toda la patología, comorbilidades, pruebas complementarias y todo me he dado cuenta de que sin ella la habría cagado pero bien, y de que además no tenía porqué dedicar parte de su tiempo a enseñarme cosas. Así que genial.

Pero se creen que soy lerda. Se creen que soy Lina Morgan versión estudiante. Por dos incidentes:

El primero, ayer. Llegaba tarde porque el café imprescindible de por la mañana se había alargado un poco, así que me subí el abrigo hasta la barbilla deprisa y corriendo y llegué hasta el servicio con la lengua fuera. Entré en el despacho donde se reúnen todos, e intenté desabrocharme el abrigo. El último palmo no cedió porque mi pañuelo se había pillado con la cremallera. Y no de la forma normal; había dado toda la vuelta, como si se hubiese pillado a través de un agujero preexistente. Sin forma de desengancharlo, claro.
Traté de conservar la calma. Forcejeé, tratando de que la residente EficazbarraAmable, que estaba rellenando informes, no me viera. Pero pronto comprendí que si no quería morir asfixiada dentro de mi anorak (en los hospitales hace CALOR, CALOR QUE TE CAGAS, y si te quedas atrapada dentro de un plumas negro y con la sangre subiendo hacia la cara por el ridículo que estás a punto de hacer, MÁS CALOR que hace) tenía que pedir ayuda. Así que me giré hacia la residente:

-Oye, no tendrás una tijera por ahí, ¿No?

-¿Eh? ¿Una tijera?

-Sí, es que mira, se me ha pillado esto y no me lo puedo quitar...

-¡Hala! ¿Pero qué has hecho?

-Pasa mucho...a mí me pasó el otro día, y a una amiga también, y lo tuvimos que cortar...-No lo he dicho pero cuando me pongo nerviosa empiezo a elucubrar mentiras inocentes y extrañas para justificarme y tratar de explicar cómo he llegado a una situación semejante.-Y es que he tenido que ir a secretaría, porque me han perdido un papel, y he tardado mucho y claro, como venía deprisa me he subido la cremallera muy rápido y...

-Creo que en el control de enfermería hay tijeras, espera.-Por suerte me cortó porque quién sabe de qué habría acabado hablando mientras tirábamos de mi pañuelo, cremallera arriba y cremallera abajo. Al rato volvió con las tijeras de la salvación.-¿Cortamos? ¿Segura?

-Corta, corta, qué más da, si el otro día ya me lo había mordido el perro y ya...


Fin del primer incidente. El segundo, esta mañana:

La una y diez. Anuncio que me voy (mi hora de salida es la una). Me quito la bata, la guardo, me pongo el plumas, lo abrocho y después me pongo el pañuelo, voy a coger la mochila...y mi mochila se queda pegada al suelo. Yo la había dejado detrás de la puerta, y alguien, en el trasiego de abrirla y cerrarla, había pillado una de las correas por debajo de la puerta. Maldiciones mentales con acento extranjero indefinible. Sudores. Fríos y calientes, porque ya tengo el plumas puesto y parte es por el pánico y parte por la calefacción despiadada de ese sitio. Me agacho. Murmuro algo con fastidio. Tiro. Tiro. No sale. Tiro. No me puedo creer que después de lo del pañuelo, que ha sido ayer, me pase esto. Oigo la voz de la residente a mis espaldas:

-¿Qué te pasa, Perr?-en un tono que no deja de ser amable pero que también está tintado de algo de fastidio, en plan "ya me la ha vuelto a liar".

-Pues-respondo sin poder contener la risa, resignándome a mi fatal destino-Que no sé cómo se me ha pillado esto...

La residente, muerta de risa, me ayuda a sacar la correa de debajo de la puerta.
Salgo y bajo hacia el autobús riéndome sola de mí misma.
La gente me mira raro; yo me río más.


jueves, 15 de noviembre de 2012

No sé qué voy a ser de mayor.

No tengo ni la más remota idea.

Pero no es nuevo; nunca lo supe. De pequeña cuando me preguntaban me sorprendía. ¿Es que ya lo tenía que tener pensado? Ya iríamos viendo, ¿No? La respuesta más recurrente era veterinaria, porque me encantan los bichos, casi todos; pero llegado el temido momento de la selectividad lo descarté por dos razones.

La primera, que en Cantabria no hay, y a esa edad tan tonta irme de casa me aterraba porque maduré muy tarde. Mis 18 equivaldrían a, no sé, unos quince o así. Si ahora no estoy segura de poder sobrevivir cuando me independice (aunque tengo ciertas ganas...sobre todo de irme con el Rubio a que me cocine, me impida dormir con sus ronquidos épicos y me empotre contra la pared salvajemente) imaginaos cuando era una cría -por qué no decirlo-un tanto boba.
La segunda me la dio mi primer perro, Chispa. Chispa era un foxterrier para el que César Millán hubiera creado una nueva categoría más allá de la Zona Roja. No quería matar a otros perros: quería matarlo todo menos a nosotros, y eso mientras acatáramos sus reglas: no tocarle cerca del culo, no quitarle sus huesos ni acercarnos al cacharro de su comida, y otras que se iba inventando él sobre la marcha y te hacía saber a base de gruñidos. El día en que, para tratar a Chispa, la veterinaria tuvo que pedir ayuda a la secretaria que tenía allí, la cual se echó encima del perro para inmovilizarlo mientras éste producía unos gañidos furiosos -gruñidos horribles de Cancerbero que transmitían a las claras que quería matarte lo más rápido y sangrientamente posible- decidí que valoraba demasiado mis apéndices corporales como para ponerlos en tal peligro.

Y me metí a medicina no sé muy bien por qué. Yo no tengo vocación de médico en el sentido estricto, se sabe [1]. Estaba entre eso e historia y al final me dije a mí misma que historia podía hacerla siempre más adelante, pero medicina no, medicina era el ahora o nunca y además tenía más salidas laborales. Ja, ahora están fifty-fifty, con el desmantelamiento del estado de bienestar y eso. Pero bueno, que me lío.




"Doctora Princesa. Ni siquiera soy una princesa de verdad, Princesa es mi apellido." 
 Sep. estoy obsesionadísima con Hora de Aventuras.



Ahora que estoy casi acabando la carrera no sé en qué me voy a especializar. Nunca lo supe. Había seis años para decidir, y ahora resulta que es cuestión prácticamente de meses (bueno, si nos ponemos puristas, de un año) y sigo igual.

Vale, igual no, he conseguido ir descartando muchas cosas, como ginecología, por ejemplo. Yo jujus prefiero ver sólo el mío. Y dada mi niñofobia, pediatría también está descartada. La cirugía me atrae bastante, la verdad. Todo ese orden, ese contacto tan mínimo con el paciente, ese glamour de Anatomía de Grey, estaba chulo. El año pasado estaba ya con un pie inclinándose hacia cirugía general...Hasta que mi amiga L me propuso que, ya que había que escoger un servicio en Clínica Médica, escogiéramos Hematología.



Mi primera respuesta hubiera sido un no radical. Primero, porque en mi universidad Hematología se da un poco de culo. El responsable controla un huevo y se le ve que sabe mucho pero yo saqué un siete a base de empollar de memoria. No se le entiende. Habla en sumerio o algo así. Es un caos, una mierda, todo el mundo sale de esa asignatura sabiendo menos Hematología que antes de darla, y en algunos casos les cuesta varios intentos. Suele ser una de las que se les quedan pendientes a la gente que ya ha acabado todo menos esa asignatura. El horror. La confusión nunca esclarecida.
Y además, como el Rubio acaba de superar un linfoma (revisión en seis meses) pues me daba la sensación de que ya había tenido suficiente Hematología para el resto de mis días.

Pero resulta que L, que es una tía genial y con la que me río las tripas, conoce a uno de los residentes, y con el "anda, que vamos juntas" y "así vamos con éste y si tal nos deja escaquearnos"...Me apunté. Y me asignaron en la especialidad que había pedido, algo que debería pasar siempre pero no siempre pasa.

Y joder, resulta que en la práctica no tiene nada que ver con la asignatura. En la práctica mola. Saben de todo: neuro, antibióticos, algo de cardio...son como House pero además curan cánceres. Eso mola. Aunque algunos de los cánceres que curan se los curan a niños y eso no mola demasiado, por lo menos se los curan.



Ahora no sé si hacerme cirujana o hematóloga. Doctora Perr, cirujana general. Doctora Perr, hematóloga. No sé...Lo único que sé es que el rotatorio en Hematología termina mañana y me da bastante pena; que preferiría no tener que marcharme a Respiratorio y quedarme en Hemato unas cuantas semanas más. Pese a haber visto a unos cuantos viejunos bajar a la UCI para nunca más volver, y, lo peor, haber tenido que presenciar cómo se le comunicaba a la madre de un chaval de 29 años que le quedaban "pocos días" de estar con su hijo por fracaso del tratamiento...pese a que Hematología siempre, y más en el último año, ha tenido siempre una connotación negativa-agg, Hemato, apártate de mí, bicho sadomasoquista, decía la cara de la gente cuando les contaba dónde estaba rotando-me ha sorprendido mogollón.

Bueno, decidiremos en el último momento, en plan crucial.






[1] como dicen los dothrakis.

lunes, 12 de noviembre de 2012

El año que fui famosa.

Yo empecé la carrera por la puerta grande, triunfal. La verdad es que no recuerdo si fue en primero o en segundo, porque desde entonces numerosos traumas me han acompañado en mi condena en esa facultad, pero con este episodio alcancé la fama. Luego, cuando pasó lo de X, el Desequilibrado, mi fama trascendió y fui conocida en toda la cornisa cantábrica como la compañera de prácticas del que se había intentado suicidar en Santander. Un amor todo.

El caso es que sé que fue hace unos años porque yo todavía tenía mi mp4, y enseguida sabréis porqué me acuerdo sin dudar de eso. Mi querido ipod no había llegado aun a mis manos y me apañaba con él. No sé qué estaba estudiando exactamente ni por qué estaba en la biblioteca -siempre que estudio en la biblioteca es para matar algún par de horas libre entre prácticas, porque yo como en casa en ningún sitio-pero sí recuerdo que tenía que ir al baño y, como estaba en una mesa individual, no podía dejarle mis cosas a nadie; pero era joven e inexperta y no conocía aún las cotas de mezquindad a las que puede llegar el ser humano, y dejé mis cosas junto a mi mesa, desprotegidas.

Cuando volví del baño, ya antes de ver claramente mi mesa distinguí el abrigo de alguien inclinado sobre mi silla. Mi primer pensamiento fue: "Qué imbécil, ¿No ve que estaba ocupado?" Pero cuando por fin puede verle tuve claro que no era estudiante.

Tendría unos cuarenta tacos o más. Desde luego tenía el pelo gris, y gafas, pero no le recuerdo bien porque mis ojos se clavaron en sus manos, que rebuscaban en mis cosas y las iban metiendo en sendos bolsillos. Sólo me salió un alucinado:

-Eh, ¿Pero qué haces?

Entonces me pasó lo más flipante de todo: en lugar de salir corriendo, o sacarme una navaja, o yo qué sé, el tío puso cara de alarma y empezó a sacarse las cosas de los bolsillos mientras me decía atropelladamente:

-Ay, perdóname, perdóname...-Saca mi móvil y lo pone sobre la mesa.-Es que lo estoy pasando muy mal, ¿Sabes?-Mis auriculares, seguidos de mi mp4-Estoy metido en el mundo de la droga, y mi mujer me ha echado de casa, ¿Sabes? Y estoy muy mal...pero ya me voy, ya me voy...

Me salió algo así como "vale, pero deja mis cosas" mientras le veía irse prácticamente corriendo, y no añadí "y no me cuentes tu vida, porque si encima del intento de robo te tengo que hacer terapia, mal vamos" porque estaba demasiado en shock.

De hecho al principio ni reaccioné; me senté otra vez toda alucinada durante unos diez segundos, y luego decidí que quizás aquella no era la actitud a seguir cuando te pasaba algo así; comprobé que no faltara nada y fui al mostrador a dar la voz de alarma. Sí, de acuerdo, fui lenta, pero igual me hubiera dado porque allí no había ni dios. Esperé. Esperé. Esperé como mil años, y por fin llegó Rubia Hijadeputa. La llamó así mentalmente porque es una borde y una idiota, una vez se me escapó una risilla y me miró mal, pero ella no tiene ningún reparo en hablar por teléfono a gritos en medio de la biblioteca. O reunirse con alguien y hablar a voz en grito en su despacho con la puerta abierta. O hacer cualquier cosa que tenga que hacer a gritos y lo más ruidosamente posible para desesperación general.

El caso es que voy, le cuento mi experiencia a Rubia Hijadeputa en plan "a ver si tenéis cuidado con la gente que entra aquí y tal" me pide que le describa al pavo y me doy cuenta de que no recuerdo muy bien su cara. Si volviese a verle le reconocería seguro, pero es un defecto que tengo y que me inquieta mucho: tengo la sensación de me pierdo como el 70% de las cosas, cosas de las que los demás se dan cuenta. Siempre voy como muy empanada y pensando en mis cosas, y no me fijo. Ejemplo: el verano pasado el Rubio y yo fuimos a un Museo de las Armas en Vitoria -porque somos así de frikis- y al entrar a una sala yo me fui recorriendo las vitrinas: pared de la derecha, armadura de la esquina -jijiji, tiene protección especial en la entrepierna-, pared del fondo, y de repente, al girarme para mirar la pared de la izquierda, resulta que me doy cuenta de que en el medio de la sala hay un caballo disecado con un jinete montado encima, con su armadura y su espada todo, Y YO AL ENTRAR NO LO HABÍA VISTO. Alucinante. Soy como Rainman, me voy al detalle y el cuadro general se me escapa. Pero me quieren igual, tranquilos.


Aquí me podéis ver caminando por la calle

Pues Rubia Hijadeputa, haciendo gala de su hijoputez, se puso borde conmigo porque no supe hacerle un retrato robot al óleo del ladrón en cuestión, y me dijo de muy malas maneras que por qué no había avisado antes; como si el hecho de que un yonki medio separado necesitado de comprensión intentara robarme fuese culpa mía. La miré de hito en hito (cosa que dada la empanada que ya he descrito anteriormente, no me fue fácil) y le dije que porque no había nadie. No añadí que quién cojones se creía ella para hablarme así, que la que no estaba en su puesto de trabajo era ella, que yo era una víctima y lo que tenía que hacer era darme un cacao caliente y echarme una manta por encima, no increparme, y que hiciera el favor de hablar más bajo cuando usase su móvil en la biblioteca, cosa que por otro lado está prohibida. Zorra.

Y eso no es todo. Porque días después, en clase de informática con una tía que es algo de la facultad y es una lameruza de cuidado....Es algo tipo...  ¿Vicedecana? No sé, es algún tipo de cargo que se supone que tiene que servir para ayudar a los estudiantes cuando surgen problemas del tipo conflictos de fechas entre asignaturas y así, pero que ella no lo hace porque, aunque de entrada finge que es majísima de la muerte, luego te mete unas puñaladas traperas del horror y pasa de hacer su trabajo, en plan búscate tú las alubias que yo voy a cobrar igual. También la odio, lo habréis deducido. Y más que la odié cuando, al sentarnos y tal, empezó la clase preguntando por mí delante de todo el mundo, porque alguien le había contado mi encuentro con el yonki - que se había extendido como la pólvora- y quería que me levantara y contara mi experiencia delante de toda la clase, en plan grupo de apoyo. Salí del paso como pude y lo conté desde el sitio, porque bastante vergonzosa soy yo ya como para encima salir a hacer un monólogo delante de todo dios.

Aún así, años después, todavía hay gente que me lo recuerda o que me pide que se lo cuente.

Ah, la fama.




sábado, 10 de noviembre de 2012

Arresto domiciliario.

A ver, yo me dije que iba a retomar el blog e iba a retomar el blog, de verdad. Pero entonces caí víctima de la postración y la enfermedad.
Resulta que estoy haciendo prácticas en el servicio de Hematología del hospital, y eso supone que hay gente que tiene, literalmente, cero linfocitos en sangre; vamos, que están aislados rollo película (no en una burbuja de plástico pero casi; los trasplantados de médula están en una habitación para ellos solos, con un acompañante que vive allí con ellos durante dos semanas, a veces más, y sin que puedan salir ninguno de los dos porque cualquier mini catarro se los lleva al otro barrio) y sólo se puede entrar con mascarilla y si no portas ningún tipo de infección activa.

Hace dos semanas, después de una comida familiar con Todos los Primos y Tíos que habían venido de Todos los Rincones del Mundo empecé a encontrarme mal. Mi sospecha era que alguna de las dos niñas pequeñas, hijas de mi primo el mayor, me había pegado algo. Porque el primo más mayor que tengo me saca más de veinte años, y el más pequeño, me saca cinco; mi hermana y yo siempre hemos sido las pequeñas, quizás por eso estoy poco acostumbrada a ver bebés y mi organismo no está correctamente prevenido para interactuar con ellos.

Total, que yo creí que era gripe y me dije: bueno, un par de días sin ir a prácticas, me tomo algo tipo Frenadol de la farmacia y, como tenemos casa libre durante CINCO PUTOS DÍAS, para cuando se venga el Rubio ya estaré bien y nos vamos a pasar un puente del copón.

ERROR. Error fatal. El miércoles empecé a tomar los sobres de la farmacia; la eficiente farmacéutica me había dicho que en tres días me encontraría mejor, así que nada, para el sábado ya podría salir de fiesta y todo. Esa noche llegó el Rubio y yo traté de sobreponerme a mis males. No paraba de repetirme a mí misma que al día siguiente estaría mejor, que aquello sólo era un leve malestar y que aunque estuviera un poco cansada se me pasaría. Hasta fuimos a comprar cómics y todo. Es verdad que me dio un mareo un poco chungo pero pensé que era de hambre y entré en un bar a comerme un pincho y santas pascuas, porque para mí la comida es sanadora, espiritual y milagrosa.



Hasta el sábado por la mañana. El último sobre con paracetamol databa de la noche anterior, y entonces descubrimos que el paracetamol había estado enmascarando un fiebrón de alucinar, y que por eso estaba cansada y me mareaba. Así que amanecí el sábado que no me podía mover de la cama. Llamé a Señora Madre y le pregunté que a dónde tenía que ir para que me viera el médico de cabecera un sábado, porque claro, con eso de que nunca me pongo mala no sabía ni cuál era mi médico. Me quiso mandar a Señor Padre con el coche ipso facto, pero al final conseguí negociar: me tomaría un ibuprofeno y, si no se me pasaba, la llamaría. Yo es que soy de esa gente odiosa que no va al médico hasta el último momento. perriconsejo: eso está mal, niños, hay que ir al médico, os lo digo yo que estoy en fase de serlo.

Total, que me iba encontrando peor y allá que nos fuimos, el sufrido Rubio, mi Señor Padre y yo a que me vieran. El médico muy majo, me dijo que tenía taquicardia y todo por la fiebre -yo algo me había notado pero tampoco quería dármelas de lista-y que la fiebre venía de unas placas de pus gigantescas que tenía en las amígdalas.

-Jo, pues tiene delito porque me las he estado mirando y no me las he visto....

y ahí se me escapó que estudiaba medicina, y eso es algo que no hay que decirle a tu médico porque se emociona mucho: para empezar puede usar palabras técnicas que con otra gente no puede. Tú igual no captas todo lo que está diciendo porque claro, el ibuprofeno que te has tomado te está bajando la temperatura de golpe y estás sudando como nunca, como nunca, nunca (no sé si sabéis que no soy mucho de hacer ejercicio y, por lo tanto, tampoco de sudar), te duele la cabeza, te duele la garganta, la taquicardia es bastante molesta y de repente, al ir a levantarte de la camilla, te pega un mareo del copón. El médico, muy eficiente, me tomó la tensión y resulta que era una bajada. Pues nada, amoxicilina, aquarius y reposo absoluto hasta el lunes.

Señor Padre se fue a casa y el Rubio desplegó la campaña Novia-Enferma: se fue a comprar el antibiótico, la comida y una tableta de chocolate Milka para animarme y se pasó el resto del puente soportando mis mocos y mi cara de me muerooo estoicamente. Me enorgullece decir que mis pintas desastrosas no le desanimaron de intentar tocarme las tetas disimuladamente un par de veces. Eso, amigos, es amor y lo demás son tonterías. También es verdad que para ser unas vulgares anginas se agobió muchísimo, a mí me hacía hasta gracia. Que es fiebre, no me van a meter en la UCI...Hace gracia, pero también piensas que si con unas anginas se pone así, como te pase algo serio mejor que esté también otra persona con más aplomo porque claro... menos mal que no pienso parir nunca, sino me tendría que llevar a alguno de mis amigos al paritorio para que me distrajera un poco. Aunque, ahora que lo pienso, tengo pocos amigos de fuera de la carrera que no se mareen con la sangre, les den fobia las agujas, o incluso las vaginas...bueno, como no voy a tener hijos tampoco me voy a romper la cabeza con el tema.

El caso es que para el lunes había mejorado, y el martes pasado me planté en Hematología, pero me mandaron para casa...y decidí no volver hasta el próximo lunes. Así que, ahora sí, espero que ésta sea la vuelta definitiva...