jueves, 29 de marzo de 2012

El Neurocabrón.

Debería estar hablando de la huelga general, sí. También debería haber hecho esta mañana huelga general, y eso que habría ganado, con las clases garrafales que hemos tenido que soportar hoy. Pero no, fui a clase, aun sabiendo a lo que me exponía.

Me exponía al Neurocabrón, que venía a darnos clase a última hora. El Neurocabrón es jefe de servicio de Neurocirugía. Yo ya le conocía, porque a principios del cuatrimestre pasado yo, que soy todo ingenuidad y buenas intenciones, fui a hablar con él porque además de jefe de servicio es responsable de las prácticas quirúrgicas de la asignatura Práctica Médico-Quirúrgica. Todo muy práctico y muy quirúrgico. El caso es que esa asignatura consiste en personarse en el hospital, ver si te hacen caso, y recolectar las firmas del profesor de turno que te hayan asignado para poder aprobar.

A mí las prácticas en cuestión me coincidían con el viaje de fin de curso a Cuba [1] y fui a hablar con Neurocabrón de frente y a las claras, para ver si había alguna posibilidad de cambiarme de grupo o algo.
La primera impresión que te llevas de Neurocabrón es completamente equivocada. Es un individuo flacucho, apocado, un poco con pintas de científico loco, pero que lleva unas gafas color fucsia que te inducen a pensar erróneamente que es buena persona. Neurocabrón habla bajito y parece que no se entera bien de las cosas, pero te lanza borderías con una impunidad que es casi increíble, hasta que recuerdas que es neurocirujano y que, por tanto, aprendió a extirparse la humildad a sí mismo en el primer año de la residencia o así.

Así es como creía yo que eran los neurocirujanos antes de conocer a Neurocabrón.

En cuanto Neurocabrón oyó las palabras "viaje de fin de curso" transmutó. Entró en un extraño estado en el que se veía incapacitado para decir cualquier cosa que no fuese "no", un NO rotundo como una catedral, sin apoyarse en ningún argumento que fue lo que más me impresionó. Era como Bartleby, el escribiente, pero en vez de "preferiría no hacerlo" lo suyo era más: "no, por mis santos cojones".

Así que salí de allí, terminé cambiando las prácticas con un compañero y seguí con mi vida hasta esta mañana.

Eran la una y media. Me había levantado a las seis y cuarto para llegar a clase a las ocho, había pasado más de dos horas estudiando en una sala atestada al lado de la cafetería porque los bibliotecarios estaban de huelga, había soportado una clase de pediatría [2] impartida por una inepta que pronunciaba sesis en lugar de sepsis, y Neurocabrón llegó tarde, pero llegó.

Metió el pendrive en el ordenador de clase. Abrió la ventanita. Intentó maximizarla pero, al no verse capaz, tiró de las esquinas hasta hacerla más grande. Revisó la porrada de documentos que tenía allí tirados, sin ton ni son. Los revisó dos veces. Cerró la ventanita. Se volvió. Nos miró. Y tuvo la desfachatez de decir lo siguiente:

-Bueno, he confundido el pendrive y me he traído el que no era, así que no os puedo dar la clase. Íbamos a dar generalidades de neurocirugía, pero habrá que quedar otro día para recuperarla. ¿Cuándo podéis?

Silencio sepulcral. Yo estoy en shock y por eso tengo la lengua pegada al paladar, y menos mal. Porque de no ser así habría gritado algo así como:

-Neurocabrón, ¿Cómo te atreves? ¿Me estás diciendo que un jefe de servicio con más años que la orilla del río, que lleva dando clase desde antes de que existieran las transparencias ésas de metacrilato siquiera, no puede dar una puta clase sobre las GENERALIDADES de su profesión, que vamos, que es lo básico, sin el jodido power point? Vergüenza me daría a mí, Neurocabrón, vergüenza me daría. Inútil. Pazguato. Cómprate otras gafas.

Al final la delegada propone quedarnos dos días media hora más para recuperar la clase. Él, que es magnánimo y tal, dice que con una le vale.

Yo quiero matar a alguien pero estoy demasiado cansada.

Y mañana tengo examen, encima.







[1] Al final no fui al viaje de fin de curso ni nada, porque por entonces no sabía que al Rubio, que es mi novio desde hace dos años y pico (y tiene un culo de infarto, os lo tengo que decir), le iba a pasar una cosa llamada Linfoma de Hodking que me iba a quitar las ganas de ir, pero eso es otra historia.

[2] Odio la pediatría. La ODIO. Nunca me han gustado los niños, siempre supe que no quería tenerlos, y empiezo a detestarlos sólo porque por su culpa tengo que estudiar pediatría que es un truño anual. Pero bueno, sin rencores.

2 comentarios:

  1. He sufrido una recaída al leer el anterior post, no lo puedo remediar.
    Neurocabrón por su parte parecía cabrón, pero no, es un trol cabrón, en fin...
    PD: el concierto de ayer se merece un post de perraverdementa, que aunque lo niegue le quedan de puta madre.
    fdo: un bolista de la vida.

    ResponderEliminar
  2. Ahí tienes tu post, y además te he cambiado el mote por otro menos chungo, que fue lo primero que se me ocurrió. Ahora hay que buscarle uno apropiado a "Felipe".

    ResponderEliminar